Hay personas que necesitan sentirse importantes a costa de hacer sentir más a los demás. El psicoanalista Alfred Adler fue quien acuñó el término complejo de inferioridad haciendo referencia a las personas que tienen dificultades para unir sus puntos débiles y errores en una imagen equilibrada de su “yo”.
Complejo de inferioridad, lo que lo caracteriza
Es la sensación de no ser suficientemente valioso. Se duda constantemente acerca de uno mismo y de sus capacidades. Hay un sentimiento de inferioridad porque se cree que no cumple con los estándares.
Según Adler el problema radica en que no hay motivación para mejorar por lo que el complejo de inferioridad paraliza. Debido a que continuamente se compara con los demás genera ansiedad y angustia de manera que intenta, inconscientemente, compensar esas sensaciones desagradables.
Existen dos objetivos relacionadas a las estrategias compensatorias. Lo primero es que es un mecanismo de defensa que los hace sentir superiores a los demás. Con esto les permite proteger un “yo” frágil. Lo segundo es que les ayuda a defenderse de modo que los demás no descubran lo que considera sus “puntos débiles”.
¿Qué problemas se presentaría?
Debido a que la persona construye ese “caparazón externo” que con el que se presenta hacia los demás también se aíslan. Estas personas se les hace difícil confiar en los demás y lo hacen para que no descubran sus debilidades. De esta manera construyen una barrera evitando conectarse emocionalmente y esto impide que se dejen ayudar. Un estudio realizado en la Universidad de Anatolia comprobó que quienes se sienten inferiores e inseguros también se sienten solos.
Producto de este aislamiento social contribuyen a las pésimas estrategias compensatorias. Por lo general consisten en atacar la autoestima de los demás y hacerle sentir inferiores.
En la realidad estas personas no mejoraran en búsqueda de su crecimiento y en la superación de sus límites. Por el contrario intentarán elevarse por encima de los demás y parecer más altos. Sólo se esfuerzan en apagar la luz de los demás y no en tratar de brillar con su propia luz.
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