La familia es el lugar, el entorno relacional, el seno donde aprendemos a amar, a confiar, a compartir, etc. Logramos adquirir valores que nos van acompañar a lo largo de nuestras vidas.
Además, aprendemos permanentemente en todas las direcciones como de padres a hijos pero también de hijos a padres.
Por otro lado, podemos mantener un dialogo horizontal con todos los que la integran. De esta manera reforzamos la seguridad, el respeto y la autoestima de nuestros hijos.
En la familia los adultos son el modelo para que los niños aprendan repitiendo conductas, gestos, maneras, etc. El lugar donde los hijos se sienten seguros y entendidos es precisamente en la familia.
La familia ¿Que debemos aportar para que haya una mejor convivencia?
Debe haber coherencia en lo que se dice con lo que se hace.
En las propuestas que se plantean debe haber regularidad y consistencia.
Hay que imponer límites y plantearse de manera firme. Deben ser claros y estables trasmitidos con autoridad pero también con cariño y respeto.
Se debe prestar atención al autocontrol emocional. Saber manejar las emociones complejas como el enfado, la ira y la ansiedad. No debemos olvidar que estamos modelando la forma de ser de nuestros hijos y ellos copiaran todo lo que ven.
La expresividad emocional. Al mostrar nuestras emociones sin restricciones ayudaremos a nuestros hijos a identificarlas, nombrarlas y saber cómo afrontarlas cuando las sientan.
Practicar la empatía. Hay que prestar mucha atención cuando nuestros hijos expresan emociones. En este sentido, cuando nos ponemos en su lugar podemos intentar entender las emociones que están expresando.
Nos ponemos de su lado desde su punto de vista y no del punto de vista del adulto. La manera de ver el mundo va cambiando y cuando mostramos empatía le demostramos a nuestros hijos que le importamos. Quitar importancia les trasmitimos a nuestros hijos que no los entendemos.
