Convivir con una persona con trastorno bipolar no es tarea fácil para sus familiares y amigos. Así como tampoco le resulta simple vivir con el trastorno bipolar a quien lo sufre.
El trastorno bipolar causa cambios constantes en el estado de ánimo de la persona que lo sobrelleva. Pasando de un estado eufórico (manía) a otro muy bajo (depresión) de forma violenta; sin embargo, en ocasiones es frecuente que este cambio sea progresivo.
Dentro de las alteraciones de la afectividad se pueden señalar dos situaciones límite (estado deprimido y episodio maníaco) y dos vivencias intermedias (trastorno distímico y estado hipomaníaco).
En el medio de estas dos, y en contexto “vacilante”, se halla la normalidad.
Todas las personas transitamos por “altos y bajos” en nuestra vida diaria. Pero en el caso de una persona bipolar “estos picos” consiguen llegar ser muy excesivos de forma que le perturban sus relaciones personales, su trabajo o estudios; e inclusive, en la fase depresiva, inducirle al suicidio.
Convivir con el trastorno bipolar logra convertirse en una genuina “ruleta rusa” de emociones si la persona bipolar no sigue un tratamiento, ni lleva una vida sistemática.
Si, al contrario, la persona bipolar vive según unos horarios firmes, evade en la medida de lo posible circunstancias que le generen un estrés añadido; y sigue el tratamiento médico, consigue llevar una vida familiar, social y laboral normalizada.
La euforia maníaca es una alegría enorme que se estima injustificada. Se exterioriza por una vitalidad desbordante, y en ocasiones con una capacidad intelectual excepcional. En este estado, la persona bipolar es capaz de solucionar grandes dificultades; y, al mismo tiempo, de hundirse ante circunstancias diarias de la vida doméstica.
La agresividad, en forma de irritabilidad colérica, es otra de las maneras de exhibir el episodio maníaco; junto con hipersexualidad, impulsividad, exaltación vital con expansividad, irritabilidad marcada y fragilidad del humor.
La excitación psicomotora es una actividad desbordante, pero al mismo tiempo estéril; en ocasiones tiene un contenido lúdico. El maníaco hace varias cosas, pero sin una finalidad concreta. Igualmente, su resistencia a la fatiga parece incrementada: apenas duerme, pero, se conserva fresco y ágil.
Finalmente, la persona bipolar presenta un pensamiento acelerado, sin conexión, fragmentado; dando la sensación de que falta coherencia en el curso del propio pensamiento. Con asiduidad surgen ideas delirantes de omnipotencia o grandeza.
La alteración de la persona bipolar debe ser lo suficientemente grave como para inducir un claro deterioro en las actividades sociolaborales o para precisar hospitalización.
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