Tendemos a elegir alimentos para el paladar
Tendemos a elegir alimentos ricos en grasa, sal y azúcar de una manera innata porque han dependido de nuestra sobrevivencia. La ciencia y tecnología de los alimentos busca conquistar nuestro paladar y nuestros estómagos pero sobre todo nuestros bolsillos.
Las empresas saben que al mejorar los sabores de sus productos resultará en un mayor consumo. Esto los motiva a invertir un dineral para conseguir la mejor combinación perfecta de textura, sabor, color, aroma y temperatura. De esta manera será posible que sigamos comiendo aunque estemos saciados. ¿Por qué actuamos así? Eso se debe a nuestra tendencia innata a elegir alimentos ricos en grasas, sal y azúcar. Se origina porque de ello ha dependido nuestra supervivencia en otros momentos de la historia. Así lo indicó una investigación de la Universidad de Birmingham.
El apetito se modula entre otros factores, por el mecanismo cerebral que controla el llamado “equilibrio energético”. También se conoce como regulación “homeostática”. Esta pretende equiparar la energía que gastamos con la que consumimos con los alimentos. Sin embargo con el control del apetito existen otras variables como la “regulación hedónica”. Esta consiste en factores emocionales y de motivación, en especial la palatabilidad de los alimentos.
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Productos irresistibles
La investigación señaló los siguientes productos irresistibles:
- Los dulces y postres como: el chocolate, buñuelos, galletas, pasteles, dulces y helados de crema.
- Los aperitivos salados como: papas fritas o las galletas saladas.
- Las bebidas azucaradas tales como: los “refrescos” de cola, naranja o limón, el té dulce, los batidos, el café dulce y cualquier bebida con azúcar.
Según Clifford B. Saper y colaboradores tendemos a consumir sustancias dulces y saladas aún cuando no necesitemos reponer energías. Evitamos consumir las sustancias muy agrias y amargas porque las asociamos con alcaloides tóxicos o la inmadurez de los alimentos. Por el otro lado los sabores dulces, grasientos o salados nos indican lo opuesto. El cerebro lo traduce como alimentos con nutrientes importantes para la supervivencia.
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