A la largo de mucho tiempo, la humanidad ha tenido que hacer frente a los estándares de belleza poco inclusivos la sociedad ha impuesto. Si bien en los últimos años, la evolución de pensamiento e ideologías han logrado contrarrestar en cierta medida esta realidad; el auge de las redes sociales y el contenido “modificado” que constantemente se muestra a través de estas, también han actuado como promotores principales de estereotipos inalcanzables. Esto hoy más que nunca, ha ocasionado que cada día más jóvenes desde muy temprana edad, desarrollen hábitos perjudiciales que inciden directamente en su salud física, emocional y mental. Entre ellos, unos de los más comunes y que tuvo especial repunte durante la pandemia, son los trastornos alimenticios.
Al hablar de trastornos de la conducta alimentaria (TCA), es probable que nuestra mente automáticamente piense en la obesidad, la bulimia o la anorexia. Y es que, por muchos años, de acuerdo con especialistas del Centro Vilem, estadísticamente han sido los de mayor incidencia en la población mundial, especialmente en adolescentes y mujeres jóvenes. No obstante, detrás de estos existen otros tipos de trastornos alimenticios que, aunque menos habituales, también representan una problemática de salud bastante considerable.
En este sentido, en esta oportunidad hablaremos en particular de cuatro de ellos, desde las razones por las que se originan, sus síntomas, entre otras generalidades.
¿Qué son los trastornos alimenticios?
Los trastornos de la alimentación son afecciones que se desarrollan al fijar una postura generalmente extremas en cuanto al peso corporal, la talla o figura y la ingesta de comida. Para ello, se recurre a conductas o hábitos alimenticios potencialmente peligrosos que suponen un riesgo para la salud física, emocional y mental de quién las padece.
Por lo general, se desarrollan por la combinación de diversos factores, casi siempre asociados a condiciones psicológicas, personales, emocionales y socioculturales. Ya mencionábamos al inicio, que la estandarización de figuras, rostros o vidas perfectas, ha creado una distorsión enorme en cuanto a lo que el ser humano debe ser o parecer ante la sociedad. Inevitablemente, las consecuencias de esto se traducen en ciudadanos frustrados, depresivos, ansiosos e inconformes por no alcanzar dichos estándares. Y peor aún, recurriendo a métodos o técnicas poco saludables para acercarse a esos objetivos.
Los desordenes alimentarios están lejos de tratarte de una etapa pasajera de la adolescencia, pues una vez iniciados, suelen perpetuar un patrón de conducta que sólo aumenta conforme pasa el tiempo y no se obtienen los resultados absurdamente deseados. Cabe destacar que, la ausencia de un tratamiento para trastornos de alimentación oportuno, puede suponer consecuencias gravísimas para la salud e incluso generar desenlaces mortales.
Tipos de trastornos alimenticios que debes conocer
La anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa, son los tipos de trastornos alimenticios más conocidos. La primera, se caracteriza por personas delgadas que se perciben gordas y recurren a la autonegación de las comidas en el afán de perder peso. La segunda por su parte, se presenta por la inducción frecuente al vómito o a la purga por medio de laxantes luego de consumir alimentos, con la finalidad de eliminar sus calorías del organismo. Luego de estas, otras conductas alimentarias perjudiciales son las siguientes:
1. Trastorno por atracón o alimentario compulsivo
Se caracteriza por una necesidad frecuente de consumir cantidades de comida exageradamente innecesarias, acompañada de la incapacidad de parar hasta encontrar un punto de saciedad. Conocido también como trastorno alimentario compulsivo o trastorno de apetito desenfrenado, es una condición muy habitual es personas con sobrepeso u obesidad, pero no es descartable en las más delgadas.
A diferencia de la bulimia, quién padece este tipo de trastorno no busca deshacerse de las calorías consumidas, pero sí que puede tener etapas de recesión en dónde intenta cambiar su conducta con métodos poco efectivos, lo que a su vez lo lleva a las recaídas incluso en mayor intensidad.
La gravedad de los trastorno por atracón incrementa conforme a la frecuencia en un período de una semana y por supuesto, en función a la calidad de los alimentos que se consumen, que casi siempre suelen ser altos en hidratos, grasas saturadas o azúcares. Como bien sabemos, este tipo de alimentación es promotor del colesterol malo y de una serie de enfermedades digestivas y cardiovasculares.
2. Megarexia
Contrario a la anorexia, la megarexia es un TCA menos conocido, pero que con frecuencia entran en comparación. Es ella, el factor psicológico tiene un eje principal, pues se caracteriza por una distorsión de la realidad en dónde quién la padece (generalmente personas obesas), se perciben delgadas o no son conscientes de tener un problema con la comida.
En estos casos, las personas se sienten conformes con su peso y con su estilo de vida poco saludable, por lo que no se interesan por realizar cambios en pro de mejorar. Se podría decir que su gravedad es doble, debido a que además de las consecuencias en la salud que acarrea la obesidad, también hay un componente psicológico importante que gira entorno a la negación y a un comportamiento autodestructivo.
Las personas con megarexia de manera consciente o inconsciente, desarrollan técnicas para no enfrentarse a su realidad física. Por lo general, visten prendas holgadas, no se toman fotografías o no se miran en el espejo.
3. Vigorexia
Dejando de lado los tipos de trastornos alimenticios asociados a la obesidad, nos encontramos con el escenario totalmente opuesto de la vigorexia. Aunque no está reconocido como un trastorno o enfermedad mental, su incidencia en los últimos años, especialmente en varones jóvenes aficionados al ejercicio físico, ha incrementado su notoriedad.
Como respuesta al alcance de unos estándares mayormente culturales, se trata de una condición caracterizada por la obsesión de ganar masa muscular y obtener un figura altamente definida. Para esto, se recurre a la práctica compulsiva de ejercicio y el levantamiento de pesas, dietas que promuevan el aumento de volumen corporal, ingesta incontrolada de suplementos vitamínicos y nutricionales, así como esteroides anabólicos.
Al igual que la anorexia, hay una necesidad patológica por el mantenimiento de la figura que suele interferir en la toma de decisiones acertadas en cuanto a lo que es bueno o malo para la salud.
4. Permarexia
Realizar un control alimenticio debería ser algo que disfrutemos y se convierta en un modo de llevar un estilo de vida saludable, pero llegados a este punto, nos topamos con personas que de manera patológica lleva su dieta a un nivel de control desmedido.
La permarexia en un TAC que tiene como característica principal la medición obsesiva y compulsiva de las calorías que se ingieren. Es bastante común en personas que viven enganchadas en dietas milagrosas, pasando de una a otra, o que han alcanzado su peso ideal y se niegan rotundamente a subir o bajar una libra de más.
Se distingue por un temor irracional a subir de peso, en el cual se idean planes alimenticios limitativos que muchas veces no incluyen los nutrientes y vitaminas esenciales en una dieta básica. Asimismo, hay una obsesión por el conteo de macros y caloría ingeridas, a tal punto de clasificar las raciones, detallar con lupa las etiquetas de los alimentos o no ingerir una comida por desconocer tal información. Al igual que la vigorexia, no es un trastorno alimenticio propiamente reconocido.
Importante como siempre ante la sospecha o certeza de padecer algunos de los tipos de trastornos alimenticios nombrados en este artículo, es la búsqueda oportuna de ayuda profesional. En la actualidad, existen muchos centros de ayuda que ofrecen terapias para restablecer hábitos de alimentación saludables y para el manejo de emociones que interfieren en la aparición conductas perjudiciales para la salud. Los TCA tratados a tiempo no tienen porqué convertirse en un problema mayor, pero incontrolados, pueden originar consecuencias morales.
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