La infancia es cuando el niño aprende las habilidades que necesita para librarse de sus primeros conflictos. Jugar es la forma más fácil de adquirir esos conocimientos, afirma la Asociación Americana de Pediatría (AAP).
La investigación de la AAP apunta que el juego entre padres e hijos promueve las habilidades socioemocionales y cognitivas en los niños. También fomenta otras como las de lenguaje y de autorregulación. Hay algo igual de importante: proporciona relaciones seguras y estables.
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Lo que sucede al jugar es que el cerebro del niño promueve la función ejecutiva para seguir objetivos sin distraerse. El estudio de la AAP indica que esto es algo que se logra sin la tecnología; por ello, los padres deben hacerla a un lado promover el juego fuera de la casa.
¿Por qué jugar?
La investigación de la Asociación Americana de Pediatría apunta que el juego hará más inteligentes a tus hijos y menos sedentarios, algo que ocurre cuando se dedica más tiempo a ver televisión.
Al jugar, un niño se distrae y al aire libre desarrolla la imaginación para evitar el aburrimiento. Usa la creatividad para solucionar un problema. El compromiso adquirido lo ayudará cuando entre a la escuela.
Las actividades recreativas forman parte de la evolución de las personas y por ello brindan la oportunidad de perfeccionar cualquier habilidad, según indica el estudio que fue publicado para orientar a los pediatras a recetar más juegos.
Evita el estrés tóxico
El estrés aparece cuando estamos frente a una adversidad y puede ser tóxico en los niños cuando esa adversidad es fuerte y recurrente. Entonces, lo que ocurre es que se interrumpe la función ejecutiva. Para evitarlo, la AAP recomienda no interrumpir el juego.
La alegría y la comunicación bloquean la aparición del estrés, es por ello que es fundamental que los padres comprendan que mientras más tiempo de distracción tengan sus hijos más sanos crecerán. La idea es que se dedique menos tiempo a la tecnología y más a jugar.
Las situaciones más adversas pueden generarle problemas en la salud, como ocurre con frecuencia en los adultos. Un estudio demuestra que los niños son más susceptibles a contraer infecciones o a la depresión bajo ambientes hostiles.
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